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Mostrando entradas de julio, 2017

Ella nunca se va.

Ella está en la ducha, Acariciando cada recuerdo, Cada sentimiento. Sin lucha, Con deseo, Sin anhelo, Solo paz. Contemplando sus párpados cerrados. Su quietud, Su presente, Su pasado. Amando lo que tiene, Sin sueños pesados Ni caminos sin luz. Ella no se va. Ella siempre está ahí Con su canto de sirena Y su cariño inusual. Ella no camina sin él Ni él sin ella. Pero no es la belleza Sino la fuerza de la unión. Es ella y él lo sabe. Pues es ella Y ella nunca se va. Aún así siempre, Siempre serán los dos.

No te quiero.

¿Ahora me ves? Lloras, y es por mi culpa. ¿Ahora me ves? Muerto en la penumbra, envuelto en cantos fúnebres, principios básicos, actores pobres, leyendo clásicos. Recitando versos, acariciando montes, construyendo cimientos, demoliendo puentes. Sosteniendo cuartos, rompiendo moldes, susurrando cuervos, sentenciando frases. ¿Ahora me ves? Corrupto por tus besos por tus lágrimas de infarto, tus mofletes eternos, tus manos de arcilla, tu piel blanquecina, mi sostén de cemento. ¿Ahora me ves? Acurrucado en llantos, en piscinas sin agua, en caricias sepultadas, en tediosos mantos. Atemorizado por el paso, por el tiempo rápido, por el colirio escaso, por el mundo antártico. ¿Ahora me ves? Sentado en la acera, conversando con la nada, escudriñando ideas falsas, jugando a ser muñeco de cera. Estoy ciego, amigo de mí mismo, enemigo de mi ruido. Estoy ciego. Corroído por lo probable, consumido por lo intangible. Roído y podrido por la rutina, amarga y

Uno más.

¿Me escuchas? Yo ayer soñé contigo. Eras tan hermosa... Me aplastabas con tu dicha, con tu fortuna, con tus arrumacos suaves, cálidos y despreocupados. Me sonreías con dulzura, con paciencia y compasión. Escuchabas mis plegarias, mis rasgados poemas, mi canción. Estabas frente a mí, cariñosa. Atenta a cada movimiento, a cada dolor innecesario. Estabas ahí, con tus ojos claros, con tu alma transparente. Expectante. Sin bostezos ni malas caras. Simplemente estabas ahí, soñando conmigo mientras yo dormía. Mientras admitía que sufría. Mientras sucumbía a la verdad. Que tu crueldad, que tu maldad, está lejos de la razón. Que tu sentido del humor, murió hace mucho con tus pisadas. Que si eres Dios, o Diosa, hace tiempo que me olvidaste y preferiste llorar por tu error. Pero aquí estoy, esperando en cada sueño una respuesta a este dolor, una respuesta al sudor del mal entendedor. Del poco comprensivo y demasiado hablador. Aquí estoy, soñando con tu veneno