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Mostrando entradas de enero, 2016

Sueños rotos.

Voy a hacer una cosa, algo nostálgico. Voy a rememorar aquellas redacciones tan imaginativas que todos alguna vez hemos realizado en el colegio. Uno de esos deberes escabrosos y aburridos que nuestra profesora nos mandaba. Uno de esos trabajos innecesarios y corruptos que consumían el alma de unos críos cuyo único pensamiento era el de saltar en los charcos más barrosos. Sí, ¿no os acordáis? Normal, hay cosas que es mejor olvidar. Aun así yo no me rindo, quiero hacer uso de la reminiscencia y recuperar esos momentos pasados tan veraces. Esas palabras de crío cansado, de crío aburrido que trasmitían un desprecio inusual a uno mismo y al mundo de las ideas. ¿A qué me refiero? Pues señores, a lo que es obvio, a esas redacciones sobre cuál era nuestro sueño, qué era lo que queríais ser de mayores, de adultos. Una absurda tarea sobre cuales eran aquellos anhelos o ilusiones de unos niños, en los que yo mismo me incluyo, que no sabían ni sumar correctamente. Nos tirábamos horas y horas apre

Cuentos de sangre #2.

Las camelias comenzaron a aflorar en el aire de una habitación sucia y ordenada, en una casa inmensa repleta de madera crujiente e inútiles armarios decorativos. Era un lugar espacioso y tenebroso donde las criaturas de la noche deambulaban buscando a una presa cuyo único miedo era la muerte, una muerte social y sentenciosa. Nadie escuchaba, nadie atendía, el único ruido que se escuchaba era el resoplido latente del viento invernal, acompañado de pequeños golpecitos de ramas al chocar con el cristal. Sí, lo podéis adivinar, allí, en la negrura de la noche una persona se levantó de la cama, una persona en pijama, de dinero, no un cualquiera, no una persona indigna, alguien valioso, con poder. Sufría de insomnio en sus ratos libres y se divertía paseando por los albores de la mansión con los ojos entreabiertos y soñando con nubes de azúcar con sabor a salado. De vez en cuando, transitaba por los salones acariciando el polvo de las estanterías, saboreando en sus dedos la asquerosidad y d

Somos amantes.

Cantemos al amor, a la decadencia estigmática, a la presión social irresistible. Sí, amigos, hagamos el loco, escribamos densos poemas al único sentimiento veraz y manipulado. Seamos entidades que aman sin mesura a sus amantes mientras que sus ojos están puestos en cada curva que desaloja con su contoneo las zonas de baile. Seamos hipócritas, pues es divertido, mucho más que la fidelidad, mucho más que la presión de conservar lo que puede que se esfume y nunca jamás regrese. Vivamos sin pensar, sin acariciar, solo apretando, solo mordiendo. Seamos las mofetas del reino, que con su olor, tumba y aprisiona a las féminas y machos con su delicadeza bruta y animal. Volquémonos en el ardor gélido del tacto humano, olvidemos la trascendencia al follar y consumámonos en templos submarinos que pronto dejaran de existir. Convirtámonos en pestilencia indecorosa que deambula por el mundo con el fin de oficializar el ocio desmesurado y caigamos en la trampa de lo inhumanamente material. Dejemos d

Viñeta #2 Educación.

Me levanté de aquella silla a la que me estaba quedando pegado y me dispuse a salir de aquel lugar. -           Pero… ¿Qué haces? ¿A dónde vas? -           A mí casa, esto es un coñazo, aquí más que aprender veo a una persona que se muere encasillada. -           ¿Qué dices? -           Que me voy a mi casa, ¿acaso tú has aprendido algo? Deberías de hacer lo mismo, así estarías logrando tus sueños y no dando clase a niños cuyo único futuro llegará cuando terminen la educación obligatoria, y solo si ellos así lo quieren. ¡Buen día!

Versos sin vida.

Dos versos hacen uno, cuatro un poema. Seis una historia absurda, ocho, tragedia de un reo. Diez un monstruo burdo, doce un denso lema. Catorce, hermosa puta, dieciséis un hombre feo. Dieciocho un gran luto, capaz de atar si pena a la veintena muda.

Realidad idealizada.

Todos nosotros nos encontramos en la misma situación, entre una realidad idealizada y multitud de sueños que cumplir, algunos serán sueños más pragmáticos y otros más estrambóticos, pero a la hora de la verdad, eso no importa. Lo verdaderamente importante es la situación frustrante que eso genera en nuestro interior, pasando la vida adaptándonos a un sistema que va contra nuestra esencia misma, es decir, nos pasamos la vida aceptando que no se cumplirá ni un uno por ciento de los sueños que para nosotros son indispensables. Nos vamos resignando a vivir por vivir, porque el miedo a la muerte es mucho mayor que el impacto negativo de la decadente realidad. Así es queridos amigos, con el paso del tiempo uno va aceptando y resignándose, a pesar de cumplir algunos de sus sueños, ve estrictamente necesario comprender que otros muchos no los cumplirá; y, todos os preguntaréis, ¿por qué? ¿Por qué cojones me tengo que resignar? Yo quiero patalear, comportarme como un niño pequeño y conseguirlo

Cuentos de sangre #1.

La noche era tranquila y calurosa, y, gracias a la lluvia, se había quedado impregnada de un olor a camelia ensangrentada. Mi mente estaba agitada y desorientada, mientras que mi cuerpo se encontraba postrado en una dura cama de una habitación común y repetitiva. La oscuridad apenas me hubiese dejado describiros al detalle aquella prisión de cemento. Mis sueños iban y venían, mientras que mis deseos y aspiraciones se iban olvidando en un pequeño rincón polvoriento. Allí estaba yo, entre la maleza, entre el deterioro familiar. Allí estaba yo, en una habitación desordenada, sucia y desordenada; soñando, estaba soñando con alguna magia que me liberara, que me permitiese escapar de aquel lugar doloroso y abrumador. Somos escoria pensaba, somos deficiencias de un sistema irregular, somos seres que vagamos entre mundos, fantasmas perversos que atemorizan a la verdadera especie dueña de este planeta sobrecogedor. Allí estaba yo, en una habitación coloreada de algún color grisáceo, esperando

Seamos naranjas enteras.

Mírame de cerca, tengo mucho que mostrar. Mira mi interior de cerca, no tengo nada que esconder. Muéstrate receptivo, interesado, te llevarás una sorpresa. No soy fuerte, ni tengo cañones por manos. Mi cara es el reflejo de mi alma, no el reflejo de ninguna sociedad material e idealizada. No soy más que el reflejo de una lírica, a veces, poco pulida; soy un hombre, no un dios, siquiera busco ser nada parecido, tan solo controlar mi vida. Soy normal, sí, y eso me hace diferente. Tengo multitud de carencias, de fortalezas menguadas por el calor que esconde la línea de tu ombligo. Soy susceptible a tentaciones profanas y mundanas, soy un cáliz de pereza y apatía. Soy un ser, soy vida, soy algo que vosotros nunca seréis y que posiblemente algún día paséis por alto. No soy nada del otro mundo, no soy nada de marte ni de la luna, soy de aquí, nací con vosotros, rodeado de vosotros, rodeado de escoria. Soy así, a veces un poco arrogante, otras un crío indeciso. No quiero que me conozcáis, no

Viñeta #1 Libertad.

Sacó una pistola de su elegante gabardina y me disparó en el estómago. -           ¡¿Pero qué haces?! ¡¿Por qué coño me disparas?! -           No sé, ¿no dijiste que querías ser libre? -           Sí joder, pero no así. -           Y… ¿Cómo entonces?

Un día cualquiera.

Hoy ha sido un día extraño, raro, de esos días que preferirías olvidar, y luego, en su nocturnidad, recuerdas y prefieres guardar, por si acaso; un día apagado, lluvioso, serio, cargante incluso, diría yo. No ha sido un buen día. Hoy, sí, bueno, hoy, ayer, qué más da; hoy, era un día importante para un conocido, alguien que de vez en cuando oigo nombrar; sí, a lo lejos, entre personas normales, de vez en cuando, a lo lejos, suena su nombre y me recuerda su aspecto; es una persona sin más, una persona insignificante en mi humilde opinión, una de esas personas que no sabe cuándo sonreír. Hoy era su día. No se montó un alboroto en la ciudad, no sonaron campanas tras su despertar, no se iluminaron las calles cuando salió a tomar el sol; sí, cuándo salió a tomar ese sol arropado por esas nubes de gas tan feas; nadie le hizo ninguna mención de honor, ni de arropo, pues es un hombre normal, como otro cualquiera. Es un hombre, con piernas y brazos, con ojos y boca, incluso, tiene nariz. Es un

¿Yo? Yo soy incertidumbre.

Hace tiempo que llevo preguntándome quién soy y, sin pecar de presuntuoso, he de añadir que no es la típica pregunta. Esa pregunta que todos hacen mención en sus encharcados textos o la ven a través del reflejo de sus lágrimas ya secas; he de decir que no es esa pregunta la que me formulo, es aquella que, teniendo respuesta, no encuentro el por qué dudo de que la tenga, es aquella que, aún dudando de si tiene respuesta, me sigo planteando si realmente merece la pena que tenga respuesta. Es una pregunta que simplemente preguntándomela hago que la respuesta cambie, y cuanto más insisto en preguntármela más complicado se vuelve su antónimo. Es cierto que no soy nadie para preguntármela, pero si no soy nadie para preguntármela la respuesta debería ser fácil, nadie, mas no es así, simplemente afirmando que no soy nadie peco de humildad y eso me convierte en alguien, ¿humildad? ¿Qué es eso? ¿Quién? No lo sé. Probablemente mi única trascendencia sea ser polvo, aunque si polvo soy, ¿qué es el

Pesadilla nocturna.

Hoy la oscuridad me ha dejado ciego trazando con el más delicado pincel un muro de acero entre la realidad y mis pensamientos. La carretera por la que circulo ha decidido ceder cada una de sus bombillas a la visión de otros navegantes mucho más afortunados, dejándome a mí, observando débilmente, las tenues ráfagas amarillas y rojas que van perdiendo los automóviles por el maletero. Apenas distingo el rutinario camino que veo ante mis opacos ojos y no llego a entender como este moderno carro no tropieza con uno de los variados obstáculos que se muestran ante mí y se desvía hacia el hospital. Mas ya pasadas dos rotondas mal distinguidas, entrado por el garaje y subido el diminuto ascensor, entro por la puerta de mi casa, triste y cansado. Como de costumbre saludo irónicamente pues  se que nadie va a responder, ya que, por desgracia, vivo solo con mi propia locura. Enciendo la luz de la cocina y me adentro en busca de algo para beber, dejo caer el agua directamente de la botella a mi boc

Reflejo en el vacío.

Infernal cielo negro visible en la eterna nada. Nocturna y entrelazada campanada alta callada sonaba en mi cerebro, al percibir su espejo al compás del gran silencio. Máquina de reflejos en la oscuridad del genio. Máquina de necios que ilumina el ego de la infinita blanca. Total fantasmal silencio, total ceguera oscura, mas un vestigio de luz alumbró lo que presencio ahora, en esta nocturna huella de mi vida en cruz. ¿Ver mi imposible reflejo? O... ¿Huir y pasear por siempre? ¿Vivir? o... ¿Pagar el precio por mis actos del presente...?

Baile en la oscuridad.

Las paredes comenzaron a moverse, la gente desapareció, la luz se emborronaba, las tiendas se esfumaban con los carteles y bancos; todo se transformó en un cubículo sombrío que hizo que me levantase poseído. Al final del habitáculo, en las profundidades de mi mente, se podía ver un ángel. Una mujer tenebrosa cuya figura había decidido abandonar la utilidad de las manos por la hermosura de las alas, por la cual, me veía atraído sin explicación alguna, eliminando todo vestigio de terror o preocupación. Me aportaba una paz irreal, pero a la vez un deseo inigualable de saber, de conocer. ¿Sería ella la verdad? O…  ¿al menos la representaría? En mi cabeza se escuchaba la “moonlight sonata” de Beethoven, en mi cuerpo, tan solo la sensación de  belleza, de genialidad. ¿Acaso eso sería lo que buscaba? Me acerqué despacio, como si sintiese la música, como si buscara el momento oportuno. Su cuerpo comenzó a aparecerse ante mí, no era un ángel, no tenía alas. Era una bailarina, una mujer con un c

De cuentos vive el niño.

Cuéntame una historia, una de esas historias que me convierten en un alma espectral y me permiten viajar por mundos repletos de energía y conocimiento, uno de esos cuentos que me relajan y me transportan a paisajes ancestrales, uno de esos relatos que me convierten en un príncipe sin dinero, un príncipe sin princesa. Cuéntame una historia, un pequeño fragmento quemado que encontrases en una botella contaminando el mar, un gran acontecimiento que no sea histórico, por favor, que no sea histórico. Cuéntame algo, susúrramelo al oído cuando estemos haciendo el amor, cuando estemos perdidos en el desierto y tengamos que buscar agua, allí, cuando estemos necesitados o extasiados de placer, cuéntame la historia de algún bandolero, de algún traficante, de algún pirata maleante, de algún tesorero, pero cuéntame una historia, la que sea, pero que no sea verídica. Permite que sueñe, que el relato me haga volar, me convenza de los imposibles, de que los límites se pueden superar, y con solo propo

Amarte es ser yo mismo.

Odiarte es deslizarme entre tus finas laderas a miles de quilómetros rozando solo las palabras asfixiadas de tu boca. Amarte es quererte cuando estoy odiando, cuando me estoy muriendo y te encuentro cantando nuestra historia de viejos. Soñarte es precipitarme, sostenerte en el aire, susurrarte al tenerte entre mis brazos consolada, que la muerte es no verte entre mis labios buceando. Muerto despertarme envuelto en tus cálidas pieles. Vivo consumirme envuelto en tus frías llamas. Ni mi dios ni el tuyo nos harán inmortales, pues habrá final, desaparecemos de esta crueldad pero te aseguro, te confirmo ahora mismo, que no habrá abismo, tan siquiera destino, que consuma el vicio de mirar tus ojos y sentirme seguro, sentirme tuyo, sentirme único, sentirme...yo mismo.

¿Por qué han de amarla?

En el más pesado hastío, en la lúgubre oscuridad, siempre cantará el río de la humilde soledad, que angelical y risueña, es dueña y señorío del abismo de la mar.                           Llorando ella gritará cuando en él se encuentre: “¿Por qué me abandonó?”; y él le contestará; “Siempre estará presente. En mí notarás su soplo, en mí anotarás sus versos, y cuando sus recuerdos se mezclen con los tuyos, sus deseos serán entes que en ti resucitarán, siendo en sí mismo benevolentes sueños. Ritmos nada corrientes, que sin vertientes son y no dejarán de ser, a no ser que su hermano, sin querer ver ni apreciar, convierta sin piedad en polvo todo aquello que fue y no será” Cuanto lloró al escuchar. Cuanto lloró al contemplar que ni en la arena hay reloj ni en la razón condena. Pero ella reflexionó. Ella siempre esperaba, y un día alguien llegó para  en ardor contestarla a lo que tanto dudó: “¿Por qué han de amar

Rosa ensangrentada.

Escritores marchitos, cantar a las rosas  y acariciar sus espinas; que la sangre será la tinta de vuestro mayor verso trágico. 

Indeseable.

Desperté noctambulo frente a una realidad incomprensible, socializada; socialmente excluyente. Un poeta corrupto, un obseso deprimido y encarcelado; un metafísico racionalizado. Se podría decir que nunca fui como la gente se esperaba que fuera, y debo afirmar que cometí actos éticamente incorrectos; los cuales, me cuartaron la libertad y me aprisionaron en la oscuridad de una habitación parcialmente iluminada. Débil luz que sucumbía a las sombras pudorosas que manchaban mi cara, ya de por sí aplacada por el tiempo, con rayas negras variables e intermitentes. Estuve veinte años encerrado por un crimen del que no me avergüenzo, veinte años encerrado por haber nacido con un deseo incontrolable. ¿Cuál fue mi error? ¿Acaso Dios me castiga tras crearme? Lógica absurda que descontrola mi alma corrompida por la pena. ¿Es Dios una burla, un ente irónico sin fundamento ético? Yo no elegí nacer y mucho menos determiné mis instintos; me dejé llevar por mis sentimientos adictivos y me convertí e

Inseguridad.

Me pudro, me muero por dentro. Cada segundo es un repulsivo instante de agonía. Cada momento deteriora mi desgastada piel. No soy más que el asco, la decadencia y la mediocridad. No soy nada más que un alma envuelta en un aura de desprecio y simpleza. Un hombre sin fe, sin creencias y sin seguridad. Soy un animal renegado, un pájaro en llamas. Soy el alimento de personas sin luz, sin esperanzas. Soy un despojo capaz de correr en el fragor de las batallas, de huir frente a su sueño y dejarse seducir por el oro y la lujuria. Soy lo despreciable, lo angustioso, lo antagónico. Soy una idea que combustiona mi ser y lo convierte en un estigma diabólico. Soy guardián, soy el símbolo de un final que nos conducirá al comienzo de algo hermoso. Soy la contaminación, la pestilencia. El dolor irrisorio que acaricia con sus garras y te araña con dulzura. Soy la soledad masificada, un virus que condena. Soy la serpiente que muerde tu manzana manchada de sangre. Soy aquello que nadie quiere y todos d

Libertad.

Soy esclavo de una vida sin deseo, sin ilusión. Soy un enigmático sistema de ecuaciones sin desvelar, cuya única prioridad es romper esa línea del misterio y contemplar el atardecer de un esfuerzo mutuo. Soy un contemporáneo atrasado, un tesorero de tus angustias y preocupaciones. Soy un garante de tus deseos e ilusiones. Soy todo aquello que no quiero ser y aun así, cada día, amaneces conmigo, física o mentalmente, siempre, cada vez que me despierto, rozas mi alma con tus suaves y delicadas manos. No soy un hombre capaz de lograrlo todo, no soy un hombre capaz de lograr nada. Soy un hombre anclado en el miedo de no trascender, de no dejar mi huella de bestia asocial; soy un hombre deteriorado y angustiado, un hombre solitario y complejo. Un hombre incompleto, incapaz de nada sin ti, sin tu infinita paciencia y dedicación, sin tu amor incondicional y apasionado. Soy una parte de un todo, tan solo soy una parte de tu todo, de tu emoción, de tu tacto y de tus besos. Tengo oscuros deseos

Ansiedad.

Un gato murió en el instante en el que su sangre comenzó a desprenderse ansiosa de su cuerpo y recubrir el suelo con ese repugnante flujo maloliente. La habitación transpiraba un sedentarismo propio de personas poco influyentes, las cuales son esclavas del miedo; allí estaba yo, en una habitación cargada y vacía, salvo por la excepción de un gato pudoroso, el cual no habría los ojos por no ver su repugnante realidad. Mi cuerpo no me respondía y mis manos comenzaron a temblar. Aquello era una experiencia farragosa que contaminaba con sus gases invisibles mis insignificantes pulmones, mi nostalgia oprimida. Apenas podía hacer frente ya al devastador temblor de mi pierna, se movía completamente sola, hasta que, por inercia, como es obvio, me caí al suelo. El golpe fue sonoro, y el eco de la habitación me lo restregó por mi cara sudorosa. Cerré los ojos, intenté calmarme, pero no había manera, todo se me echaba encima de manera brutal, como si yo fuese un imán y mi entorno estuviese hecho

Miedo y asco.

Soy una persona movida por sensaciones; quizá simples ilusiones fantasmagóricas que ya de antemano transitan como neuronas por mi cerebro marchito; sensaciones las cuales conquistan con su implacable arrojo mi gélido corazón. Por tanto, ¿por qué este inicio tan desmarcado? Es bien simple; “por la repugnancia”. Podría haber comenzado con mis inherentes temas siniestros e inaccesibles para ajenos o cuerdos contrarios a mi vulgar solipsismo, incluso pensé en tratar de una forma onírica la realidad lúgubre y nocturna de la fotografía, pero no lo he podido evitar, su olor repulsivo me conmocionó. Ese gusano Burtiano a perpetrado mi ansiosa mentalidad con su estridente pitido visual. Una realidad artificial humana cuyo único fallo reside la asquerosa vulgaridad de la carne viva. Esa piel mundana, ese cuerpo groso y arrugado, esas piernas tan perfectamente alineadas por comodidad; en definitiva, esa alegoría rítmica fruto del desdén divino que intenta enamorarme cada noche entre el olor fune

Palabras de papel.

Doce horas esperando en la ventana, mantenido en la mesa de una habitación mientras mis lágrimas se despedían del cielo. Tan solo una mirada a sorbito de café. Solo, abrigado por el frío ardor de la rutina contemplaba el reflejo de mi alma en la cristalinos llantos de un gris atardecer; pues podía mentir, matar, ¡enloquecer!, o incluso…,  podría llegar a amar en lo más profundo de mi férrea piel; mas no habría una página en blanco, tan solo permanecerían mis palabras de papel…

Vacío en la arena.

El mar transpiraba oxígeno y la mañana se extendía en el horizonte. Las olas rompían delicadamente en el polvo de la arena donde, vergonzosas, se desvanecían acariciando el último suspiro de la noche que, muy, muy despacio, se iba perdiendo ante la grandeza del sol. La hermosa y envidiada luna permanecía estática retando a la sudorienta estrella que brillaba como consecuencia de una mujer que decidió abandonarle. Ella, le miraba rabiosa, y él, ardiente, comenzó a iluminar con sus lágrimas el agresivo mar que sofocaba las tormentas de un hombre que contemplaba la belleza del amor armónico de la naturaleza, el cual se distancia para permanecer inmortal  en un universo finito y cautivador que nos hace creer en los interminables recorridos. Un paradisiaco lugar donde las personas se hundían y gritaban en el momento exacto en el que la felicidad devoraba su alma humana, un infierno soleado que demostraba que una vez muertos la verdad desaparece ante nuestros ojos.

Magia y otras tonterías.

Caminar es algo complejo, y mucho más si habitas en un mundo simple, más si caminas por senderos muy transitados, si cohabitas en soledad y tu único refugio es una verdad tatuada con la sangre de una mentira. Mi mundo es abstracto, aunque demasiado realista, demasiado… somnoliento. Un cálculo universal irreversible, un calco infantil a papel vegetal mal bordeado. No soy más que un tránsito, un imperioso susurro que no predice nada, un nihilista con fe en dragones asustados y desprestigiados. No soy más que un vertebrado sin los huesos suficientes para lograr nada, sin la respiración adecuada, sin el aire necesario para acariciar tu cuello humano. Tu cabello es lo único que anhelo en mi apatía artística, en mis sueños macabros e inútiles. Allí estás, pues ahí estoy, caminando por senderos cuya niebla tapa el recorrido y donde el único cartel dicta “Machado”. Allí, en la nada más real, camino sin camino con el único fin de recordar aquel hechizo, aquella poesía que me convirtió en el me

Pájaros de papel.

Era consciente al saber que mi consciencia voló, y aun así  yo, lloraba. Lloraba solo, con él, el cual cruel me miraba. Seamos sinceros, volaba. Seamos realistas, lo creí, pues lo sentí en la espalda. Sus alas en mí, ojos fue, que fueron fuera del ser para crecer sin raíz. Amaba su aleteo. Su ruin y suspicaz canto que hace reo al ciego de la esclavitud del llanto. Enfermizo como un hada, blanca y asustada ve como sus hermanas creen que yo lo corrompí. Digamos pues que miraba desde el cielo su belleza y que un día ellas lo entendieron. Dios tan solo fue el reflejo de lo que nunca creó.

Pensando en escribir.

Caminaba por la acera mugrienta y sedienta pensando en escribir cuando una idea posó sobre mi cabeza como cuervo hambriento. Era una de esas ideas inmaterializables, compuesta de células invisibles, que con su carisma, impregna tu cerebro y aviva a las neuronas. Una idea de libertad, de fortaleza. Una idea repleta de ilusión. Por un instante comprendí que un mundo nuevo era posible, que las flores podían renacer de las cenizas humanas y florecer en una realidad sin límites. Soñé que los dioses se escondían en sus casas por miedo a ser decapitados a la francesa, que las luces de las posadas se encendían de nuevo de noche y las drogas nos hacían ver el verdadero ser de las personas. El honor, retraído, regresaba de un largo viaje y nos mostraba con sabiduría un nuevo camino a seguir, una nueva forma de entender las relaciones humanas. El amor, atrofiado y dañado, era recogido por la mano ensangrentada del odio y puesto en pie con el fin de reconciliarse con la pasión, la cual, con raz

Fuerza y más fuerza, pues lo necesitamos.

Siéntate y escucha. Levántate cabreado y demuestra ser ducho. Sé un alma alabada, una mujer que lucha, un hombre liberado. Sé miedo sin susto, sé fiera educada, sé mentira astuta; pues el odio cansado siempre ama de luto. Cambia y deja tumbada a la mediocre burla. Aprende a ser odiado sin respeto ninguno. Sé mujer olvidada por bestia impura. Sé hombre respetado. Canta suave al susurro densos cuentos de hadas. Sé y deja ser la cura. 

Sueños húmedos.

Añoro sus piernas. Suaves y delgadas sensaciones. Submarinas miradas. Respiraciones acuáticas entre su nieve cálida. Conocimientos inconscientes que nos mentían entre la fría calor. Escribir el ambiguo camino que surcaba el submarino disperso y esbelto, envuelto en delicadas relaciones, o confrontaciones desabrigadas. La veía sentada, tumbada en las sabanas, resguardada del calor, del amor, de la alocada respiración de los pulmones. Cantaba, no podía cantar, estaba ocupada. Sofocaba, sofocada escuchaba. Consentía, comprendía, no entendía, nadie entiende, ni yo, ni Él, no importaba. Los iris puenteaban el arcoíris, y la guadaña cortaba el viento, congelando el tiempo invertido. Separados nos tocábamos, nos juntábamos en el centro. La conocía, me conocía, siempre profundizamos al interior del mar. Los barcos se palpaban, sus tesoros nadaban en la tierra. Los pueblos ardían, se quemaban, solos, con ayuda, ayudados, manipulados y culpabilizados por la culpa, nosotros no hicimos nada. Quer

Carta de amor.

Cada vez que me miro al espejo pienso lo mismo, ojalá no te hubiese conocido. Mi cuerpo no temblaría, mi alma no intentaría escapar, mi corazón no respiraría sangre y quizá, a lo mejor, todo funcionaría con otro motor. Mi vida habría acabado ya, mi mundo se habría desplomado, mis esperanzas serían las primeras en perder y mis sueños gritarían asustados en la inmensa oscuridad. Por desgracia no fue así, tus emociones invernales aparecieron en mi camino escribiendo en mis ojos la palabra “serendipia”, y yo, deteriorado por tu compleja e irreversible personalidad fui atraído a la órbita de la superficialidad. Todo había acabado, ya no regresaría, tu instinto caótico coloreaba mi piel, y mis pensamientos realizaban impecables descripciones mientras permanecía en el exterior con la quietud intrínseca de un incrédulo. No somos más que motas de polvo me decías, canciones olvidadas en el réquiem de algún cantautor solitario. Y qué más da respondía siempre yo, el arte es el único inmortal. Per