Entradas

Mostrando entradas de septiembre, 2019

En pocas palabras #7.

- ¿Cómo estás? - Roto. - ¿Y eso? - Porque los juguetes siempre se estropean cuando no los tratan con cariño.

6. Huida. Diario de un fantasma.

Se fue, bien lejos, cargada de apatía e indiferencia, Corroída por la esperanza que te otorga una posible respuesta, Abandonando todo aquello que yo representé algún día. Se fue de mi vida, aplastando cada emoción, cada susurro del pasado, Constituyendo una única verdad, la tristeza del cansancio, la imposibilidad de continuar con algo que no quiere aportar. Se fue, con una nueva excusa, con una nueva razón para no pensar en nada más que en todo aquello que cubren las fronteras de su piel, Aislando cada beso externo, cada caricia, cada te quiero. Se fue, mirando para dentro, cerrando los ojos a todo lo que alguna vez la sostuvo, olvidando todo lo que alguna vez fue suyo. Se fue sin rozar con sus labios mi alma indefinida, Mi corazón apagado, y repleto de espinas Que se mueren lentamente con una simple caricia de sus manos. Se fue con total libertad para equivocarse, con la posibilidad de arrepentirse, Construyendo muros donde nunca fue necesa

5. Traición. Diario de un fantasma.

Caricia que no siente y deambula por la oscuridad en busca de cariño, Que transita esperando una respuesta que nunca llegará, Que nunca acercará vuestras manos nunca más. Obsesión que desencadena la mayor de las rabias, el mayor de los enfados, Que, junto con el amor incondicional, aprisiona e inhabilita tus sentidos, Enturbia cada objeto del pasado y enfurece tus recuerdos. Caricia embelesada por el llanto, por la ternura de la soledad, Carente de deseo, envuelta en una realidad sencilla y pacífica, Donde ya solo estás tú, cansado de dar, de no recibir. Obsesión que se empodera, que hace del mal una virtud, Del bien poco más que un reducto inocuo, Y de la pasión un simple bien necesario, carente de cualquier tipo de espiritualidad. Sonámbulo con insomnio, incapaz de dejar de lado los sueños, El mundo onírico de mi pasado, de mi incandescente vida irrisoria, Amante de la naturaleza y de la verdad, del yo carente de identidad.  

4. La caída. Diario de un fantasma.

La caída es dura, como el llanto de un bebé, Como las palabras que abandonan, Como el pésame de quien nunca estuvo. La caída siempre se hace insoportable, insalvable. No es más que un reflejo de nuestra debilidad, De nuestra infinita ignorancia y de la impasible necesidad de aceptación. La caída nos corroe, nos perfora con toda su amargura, Con el sutil tacto de quien carece de empatía, Con el infinito amor de quien solo se ama así mismo. La caída es la insoportable sensación de vivir, De estar en constante cambio, De no ser capaz de ser lo que realmente has venido a ser. La caída es no aceptar que no eres más que una pequeña parte, Una concepción hermosa de algo que nunca verás, Y de lo que jamás tendrás conciencia, pues no está en tu misión tenerla. La caída es un mar alterado por la sorpresiva entrada de un agente externo. La impasible revelación de que todo está mal, De que no cumples con lo que te autoimpones. La caída es la revela

3. La verdadera tragedia de la muerte. Diario de un fantasma.

La muerte no es más que la sangre derramada de mi ser, La moneda que esclaviza y decapita, La ruin presencia que nos seduce y corrompe. Siempre queremos huir de ella, Comprenderla sin experimentarla, Soñar que se va y no vuelve, que abandona su propósito. No es más que el precipicio, el horizonte, La gran tragedia que asola nuestra mente, Que perturba nuestros pensamientos. Es la razón que da vida a nuestras inquietudes, Que, con su crueldad, nos guía hacia el fuego, Hacia la verdad oculta en el panteón de los innombrables. El silencio, eterno, la mentira más grande. La incertidumbre, el don más hermoso. El castigo más horrible, el enorme coste del conocimiento. Y, mientras tanto, yo, asumiendo que no es real, Que no fluye, que sucumbe a mis presagios, Que escapa de mis manos como arena fina. La tragedia es el saber que nunca lo comprenderemos, Que nunca asumiremos el vacío, Que jamás vislumbraremos ni a un Dios ni un castigo. Ta

2. Tú y yo somos la misma cosa. Diario de un fantasma.

La culpa asola mi corazón, Alzándose en armas contra mi cordura, Batallando por el control de mi cuerpo. Mi alma llora, triste, envuelta en una realidad profana, insulsa, Atónita por el conflicto, por la sangre derramada. Mis ojos salpicados, mi mente manchada por su sucia derrota. Solo el canto de una hermosa ave puede calmar mi rabia confusa, La entidad desvirtualizada, la esencia corroída Por la espesa niebla de mi ser, por la identidad, por la ambición. El tacto de la indiferencia se injerta en mi visión, Corrompe lo que creo ser y mancilla mi nombre, Esperando así que crezca, sin saber que soy hierba seca. La poesía me salva de ser salvado, Utilizando la palabra como fin no comunicativo, Abstrayéndome a mi ser, evitando el yo. Ya no busco expresar, tan solo identificar mi comunión, Lo esencial en lo común, en lo compartido. Entablando una conversación con un Dios al que pertenezco. Ahí está, en las cosas, en mi piel, Anhelando de

1. Vagando por la transición. Diario de un fantasma.

Vago, buscando entenderme, Explicándome a mí mismo las cosas, Conversando con una pared. Escribo apagado, vacío, sin saber por qué. Anhelando una oscuridad perenne, Que anule mis sentidos y deconstruya mi identidad. Construyo ansioso los muros de mi piel, Soñando con que mi yo me dejé en paz Y sea al fin capaz de verme. Hablo sin saber que decir, pues estoy perdido En el mar de la costumbre, de lo perceptible. Hablo y no sé por qué, tan solo soy, sin razón aparente. Crezco y no soy más, solo respiro, follo y conspiro contra mí. Me miro mientras el espejo llora y arremete con su intangible vaho, Paciente, deseoso de no volver a desear. Me contesto en silencio, sin esperar más respuesta Que el rechinar de unos dientes cansados, Devastados por estar tan lejos y tan cerca de algún beso apasionado. Mi corazón respira alegre, pues al escribir olvida Y conspira contra la verdad, sin buscar ayuda, sin ensalzarse. Solo quiere el silencio de