El placer de tu compañía.

Tras las persianas hay un balcón,
un balcón hacia tus piernas somnolientas.
Te observo desde la ventana, inmerso,
pervirtiendo mis recuerdos.
Revuelto en pensamientos perversos.
Reservando cada palabra,
cada mirada, cada caricia
y cada sonrisa valiente.
Te observo ardiente,
impaciente por tu lírica,
por tu incansable inocencia.
Solo miro tu indecencia,
tu soberbia belleza.
Observo y asimilo
cada palmo que esconde tu ombligo.
La línea infinita,
entre lo bueno y lo maligno.
El placer de tu sonrisa,
de tu benévola indiferencia.
No quiero ser decente,
no quiero renunciar a nuestro presente,
tan solo susurrarte palabras,
rimas abstractas
y soñar sin contenerme.
Entender el idioma de tu piel,
besando cada palmo de tu vientre.
Besarte sin miedo a perder,
perdiendo la guerra en oriente.
Navegar entre la arena invisible de tu mente,
mientras enciendo mi ser.
Andar por los mares tras tu sien
y resolver el enigma que oculta tu ente.
Vente y lloraremos, reiremos,
en definitiva sentiremos.
Vente y asesinaremos a nuestros fantasmas.
Solo vente y cumpliremos las promesas
que nunca hizo falta formular.
Solo ven y no hará falta volver.
Solo ven y no hará falta volver a volar.
Solo ven y no pensemos en problemas,
tan solo en canciones que quieren ser poemas,
y en poemas que anhelan perderse tras la música del placer.

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