Soñándote despierto.

Se me olvidó escribir,
ya van dos o tres sin ti,
y el tiempo pasa efímero,
como una flor que se regala.
Así se fue, por no regarse,
así se fue.

Ya no quedan palabras,
ni rimas o poesías mal escritas,
como no quedan lágrimas,
ni montes, ni colinas.
Ya no quedan esperanza
ni oraciones dañinas.
Ya no queda más que tu olor
en el aire que se empeñan en que respire.
Ya no queda más que tus parpados
cerrados bajo el manto de mi brazo dormido.
Ya no queda nada,
tan solo un recuerdo donde nadar
y esperar que no me ahogue.
Ya solo quedan las palabras que quizá no dijiste,
los actos que siempre quise.
Ya solo queda tu mirada ilusionada
envuelta en la inocencia de quien no observa
ningún futuro posible.

Ya no queda más que páramo helado,
ya no queda más que tiempo errado.
Ya no queda más que un silencio incomodo,
una respuesta cruel y desconsoladora.
Un amor que se transformó en odio,
o un amor que de tanto amar no entendió la perdida.
Un amor que confundió el camino,
que no encontró el valor de una caricia,
o los besos escondidos tras una mirada.
Un amor eterno que se marchó a algún lugar
cuyo nombre jamás revelará para que no le hiramos.

No lo sé, las palabras siempre me quedaron grandes,
los actos pequeños
y las poesías incompletas.
No sé si podré perdonarte o perdonarme.
Solo sé que aquí estoy, llorándote.
Solo sé que aquí estoy, intentando no amarte.
Intentando incumplir una promesa
y ser capaz de reconstruir mi vida.
Solo sé que si algún día lo logro
habré sido injusto conmigo mismo
y a la vez me habré salvado.
Solo sé, que si algún día lo logró
me habré mentido,
pero jamás te habré olvidado.

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