8. Alma gemela. Diario de un fantasma.
Su figura era eterna, repleta de misterios e insinuaciones.
Yo la vi, en aquella mesa sucia y mancillada,
Harta de aburridas conversaciones y gritos sin sentido.
Su mirada era cruda, borde e indescifrable,
Su rostro níveo como la luna cuando se asoma plena e iluminada,
Y, al igual que el astro, con dos hermosos cráteres en sus
mejillas.
Yo, incapaz de aguantar su mirada, permanecí pálido, consumido
por la realidad,
Esperanzado, creyendo que otra alma había coqueteado con la
mía,
habiendo instaurado su aroma en mi hogar para siempre.
¿Quién era yo para un ángel tan puro?
No era más que piel muerta,
Un cordero que espera su sacrifico para aquel dios tan
malvado.
Ya no existían más deidades para mí, el ángel se convirtió en mi vida,
Mi camino, mi lugar en el mundo.
Ella estaba ahí, alumbrándome con su eterna grandeza.
Mi mundo cambió, cada acto se volvía insípido sin su tacto,
Sin la luz que calentaba mis noches,
Sin el abrazo donde cobijarme en los días de miedo y vacío.
Supongo que el calor se apagó en la llama de la verdad,
Cuando advertimos que sus alas no compaginaban con mis
piernas,
Y que sus labios eran demasiado adictivos y puros para un
humano ingenuo.
Yo la miraba y asentía, comprendía que no habría otra igual,
Que su llama era demasiado fuerte,
Que su piel suavizaba con su roce mis más terribles
defectos.
Sin embargo, ella no aceptaba el cariño de un loco,
De un niño incapaz de abandonar la pasión por sus piernas,
Por las curvas de su mente.
El amor es complicado, difícil de entender o de llevar,
Pese a eso, su olor sigue en mi almohada, esperando su
llegada,
Deseando volver a sentir vergüenza ante la bondad de
nuestros cuerpos.
Desea volver a sentir su respiración en mi pecho,
Sus risas o sus quejas,
Sus vaivenes emocionales disfrazados de verdades absolutas.
Ella se fue, aun así, mi mente sigue imaginando una casa
llena de recuerdos,
Un lugar donde dormir sin preocupaciones, sin prisas,
contigo.
Un lugar donde calmar los deseos más oscuros del corazón…
Ella se fue, aun así, yo escucho su voz cada mañana al
despertar y cada noche al intentar dormir,
Cada momento difícil, cada pelea, cada canción,
Cada error, cada palabra que leo, cada respiración.
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