Lágrimas grises.

Tres caminos se cruzaron esa noche, tres verdades se confrontaron dando lugar al único sentimiento veraz  e irrisorio. Todas las carcajadas sumían la habitación de las cortinas moradas en la más angustiosa residencia de miradas contundentes y desafortunadas. Tres mil cuatrocientas caricias acabaron sucumbiendo por una insignificante lágrima que deformó la atmósfera sudorienta del habitáculo, expulsando a la irascible felicidad de un portazo, cobijándose temerosa en la esperanza que corría suspirosa hacia el portal antrópico. Todas las almas sonrientes de ojos serios se mantenían presas del trasparente cristal de la ventana divisando aquella huida, retirando rápidamente la mirada para observar a la inigualable muchacha que dejaba caer por la delicada piel de sus mejillas una gota cristalina, que cual río que nace de la blanca nieve de las montañas, nació del más bello sentido, ahora rojizo, por el cruel paso de la dama del caos, el cual fue en un pasado, plateado y absorbente como el odio.  Su compañera de cama envidiosa y hambrienta expulsó, dejándose llevar, otra gota de lluvia ácida que irritaba con su escorrentía. Avivada por la pasión de su semejante, la primeriza ninfa del deseo acuático la besó uniendo y expandiendo la tristeza como un virus hacia la eternidad, dejando caer otra lágrima más que terminó por precipitar aquellas tres gotas sobre el antropocéntrico hogar. Todas aquellas criaturas furiosas derramaron su sangre, intentando purgar así, su culpa por haber dejado transpirar en el tiempo el mayor dolor, la muerte.

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