¿Qué significa ser escritor?

Dejemos un vacío legal, ya sabes.

Ayer (¿cuándo es ayer? A mí no me preguntes); iba conduciendo, borracho podría decir, corría, demasiado podría decir. Era una recta, ¿Quién no hubiese corrido? ¿Disfrutar del paisaje? Quizá, no lo tengo muy claro; pero corría demasiado, aceleraba cada vez más, como si fuese a comenzar a volar, a flotar, a recortar con el roce de la velocidad la fría y lluviosa realidad, y al final, o más bien justo delante de mis ojos, pude contemplar una rotonda de esas que transmiten incredulidad. No pestañeé, frené. No lo voy a negar, me acobardé en el último momento. Soy humano y siento miedo, lo siento. Aun así, no bajaba de ochenta kilómetros por hora y eso en una rotonda podría considerarse como ir rápido. No voy a negar que no era consciente y quizá podría considerarse todo como algo invalido, no voy a negar nada; la única verdad es que ahí estaba yo, con mi jersey gris sujetando el volante, con las mangas cubriendo mis gélidas manos y con mi mirada impávida descubriendo un pavimento mojado. Giré sin brusquedad, tranquilo, y el coche no me obedeció. Derrapó en la llovizna y se fue al otro carril sin control. El vehículo que me sombreaba por la derecha frenó de golpe y me pitó, yo le sonreí a la nada mientras mi corazón elevaba las pulsaciones. Rocé el bordillo y me estabilicé. Proseguí como si nada y volví a acelerar en la siguiente curva. Podría haber generado muertes inocentes y es posible que mi yo del futuro se hubiese sentido culpable, pero al escribir no debo mentir más de allá de la mentira que es escribir, y me sentí vivo. El arte lo diseñan aquellas personas vivas. Aquellas personas que no temen a la muerte porque nunca morirán y nunca mueren, así es la realidad. No soy un artista, aun me quedan muchas muertes que sufrir, aun así me siento vivo, siento que necesito perder y a la vez no tener nada que perder. Sufrir y saber reír. Caer y no levantarme, quedarme mirando las estrellas desde el suelo y no pensar pensando. No es necesario determinar, para eso ya está el destino, tan solo necesito vivir, aprender a vivir para aprender a escribir. Yo no sé escribir porque aún no sé vivir y a la hora de la verdad… ¿Aprenderé a vivir? No lo creo, entonces jamás aprenderé a escribir. Pintaré un cuadro y me saldrá trasparente, bailaré siempre con un tobillo vendado, cantaré y tocaré de la mano de un solista viudo y sordo; y, sin duda alguna, escribiré manchando todo de tinta. Solo espero que algún día esa tinta sea mi sangre que se olvida en una mesa de estudio en las afueras de Madrid. Una vez alguien me dijo, deja ya de escribir complicado hombre, la vida es mucho más simple. Ya no creo en lo simple y lo complicado, ya no creo en lo entendible o alegórico, ya no creo en nada. Por tanto, ya solo creo en la vida. Ya solo creo en el arte.

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