Lágrimas cortadas.

¿Alguien me escucha?
Sí, ahí, en la penumbra,
en la sombra de mi nombre,
en el amanecer de la luna.

¿Alguien me entiende?
Digamos que sí, entre la tundra,
entre el anochecer del hombre,
en la vejez del cuervo.

¿Alguien habita cercano a mí?
Sorpréndeme sin asustarme,
sin olisquear mis miedos
ni mecer mis entierros.

No soy aquello,
no soy lo nuestro.

Soy un viajero solitario,
un lobo hambriento.

Carezco de agilidad,
de voracidad o fortaleza.

Soy un esquimal olvidado,
un recuerdo amargo,
un sendero sin pisar.

Vivo en la nitidez de amar,
de apresar lo nostálgico,
lo pasado.
Apenas comprendo,
apenas aprendo de vuestras doctrinas,
de vuestros deseos opresores.
No soy alumno, ni vosotros profesores.
No soy soldado, ni vosotros generales.
Soy un simple aldeano
de la ciudad de la calidez,
de la bondad y la sencillez.
Soy algo más que un humano,
que un profano siervo.
Soy miembro de mi clan,
de mi verdad artesanal.
No soy un mentiroso huésped,
ni un deshonroso aficionado.
Soy palabra a mi merced,
soy reducto de tranquilidad.
Soy deseo, soy esperanza,
soy tristeza y soledad.

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