Día 1.

Ya echo de menos su sonrisa, su forma de mirarme, su forma de abandonarme mientras dormía, mis caricias ocultas, sus manías, su tozudez, su pasión por estar a mí lado. Echo de menos sus abrazos, sus cariños espontáneos, sus dulces besos en mi mejilla desabrigada, sus manos, sí, cuanto anhelo sus manos, rozar sus dedos y sentirme querido y protegido, sentir como paseaban por mi espalda como si intentasen encontrar mi corazón, un corazón rendido, asediado por su estabilidad, por un futuro en común. Echo de menos los momentos, los enfados, las reconciliaciones, la esperanza, la seguridad. la confianza en que daba igual el lugar, daba igual lo perdido que estuviese o estuviésemos, ella era mi hogar. Echo de menos convivir, el calor de su compañía en cada tontería que pasara. Echo de menos su risa tonta, su estrés. Echo de menos calmarla, echo de menos aburrirnos juntos, echo de menos las noche en su casa, echo de menos conducir a su lado. Echo de menos apaciguar sus pesadillas, sus miedos, sus inseguridades, echo de menos sus tardanzas, su mirada inquieta. Echo de menos su olor, eso me consume, es como algo que no se va de mí, es como una condena que me destroza. Echo de menos cada cosa, cada valor, cada principio. Echo de menos la familia, echo de menos su pecho tranquilizador. Llorar sin ti es morirse. Reír sin ti es vivir en la miseria.

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