Solo tú...

Hace ya mucho tiempo que no estamos solos, atentos a nuestras miradas, intuyendo cada refugio que escondemos, recitando algún que otro poema que se atasca entre los labios. Hace mucho ya que no oigo tu respiración sosegada, tu dulce caricia en mi nocturna soledad, en mis valores abandonados, en mis principios perdidos. Hace ya tanto que no lo recuerdo, ¿por qué me perdí? Quizá porque nunca caminé, nunca me adentre en calles estrechas, o simplemente, nunca nací. No lo sé, no entiendo nada, estoy muerto entre la nada, entre tú y el mundo, entre el mundo y tu llanto. Entre... algo, entre algo espantoso, entre algo sudoroso y mugriento y tu mirada irracional. ¿Dónde quedó mi deseo? ¿Dónde quedó mi vida? Siempre estuve manipulado por tus frías garras y yo.. aquí, haciendo apología a la libertad como un estúpido hipócrita. ¿Qué somos? ¿Por qué nos utilizas? Soy algo que habita en la oscuridad y algo que nace desfigurado ante la luz. ¿Por ello soy menos? No sé, solo tú me escuchas, solo tú me comprendes. Solo tú... Me río por no llorar, por no echarte las culpas, pero, ¿quién la tendrá? Yo... no sé nada de mí ya, y tú, huyes de mí, me abandonas, me haces creer en cosas que no existen y me incitas a pensar que lograré cosas que no están a mi alcance. ¿Qué piensas? Sí, que raro, siempre te quedas en silencio, esperando a que yo reaccione y te cuente una historia, una historia sucia, algo repulsivo que no se escribe, se escupe, se vomita. "Bajo su mirada caí prendido, bajo su mirada lloré de felicidad, bajo su mirada morí y no me volví a levantar". ¿Es suficiente? No lo creo. Mi alma... mi pobre y desabrigada entelequia rebuzna algo mejor, galopa y se quebranta cual pintura sin pincel. Llámame cobarde, llámame y follemos, no necesito nada más, mojemos las páginas de algo no transparente, de algo líquido que permanece. Mojémonos en fantasías sin final, que no comiencen y que estén inconclusas. Me das tanto asco que me atraes, y por eso estoy así, ligado a tu destino, a mí destino mugriento que dibuja finas líneas imborrables. No soy más que tu siervo, el ciervo de tus prados, el caballero de tus cielos empapados, el corazón palpitante e infartado. Soy tú, soy la nada, soy pedazos. Solo tú... puedes hacer un puzzle con cada parte de un hombre sin fe.

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