La vida está en venta y nosotros la compramos sin control de sanidad.

Me siento engañado, vivo engañado. Muchos me preguntarán por qué, tampoco hay una razón clara, simplemente nos están mintiendo, nos están engañando a la cara y nadie grita, nadie se defiende, tan solo ojeamos en un cruce de carriles como la gente transita sin darle importancia a una mirada o una sonrisa. ¿Qué nos está ocurriendo? ¿Es la monotonía, es la costumbre, el estrés, la especialización de las tareas, la degeneración del trabajo? No lo creo, tampoco es el capitalismo como muchos claman, no es una especulación de unos pocos contra unos muchos. Tampoco somos nosotros lo que nos engañamos, porque como dije antes, nos están engañando, y puede que no tengan nombres, pero tienen un “nos”, existen, son reales. Están convirtiendo la vida en algo material, en algo demasiado tangible con algún que otro toque ilusorio, nos están colocando en un momento concreto, dejándonos a la intemperie, solos, asustados, así creamos dioses, así no creemos en nada, nos aferramos a la vida como si fuese lo único, o nos aferramos a creencias sobre cómo podría llegar a ser la misma estructura vital una vez muertos. Nos hemos convertido en pianistas, no en músicos, ya no creamos, solo caminamos por los cimientos de algo ya creado, de algo puesto para que vivamos sin más, sin ningún fin, sin ninguna meta artística o inmaterial. ¿Cómo que no hay cosas inmateriales, eres tonto? Pues claro que no, todo lo que tenemos inmaterial es un vil reflejo de aquello ya pavimentado, tu reflejo en el espejo sigues siendo tú, y no una creación tuya. Nos están vendiendo la vida como un producto, nos venden la vida en una caja la cual debemos desempaquetar. ¡Me opongo! La vida no es eso, no es un fin, no es un regalo, no es la gran verdad, la vida, señores mentirosos, es un utensilio, es un pincel en manos de Picasso, es un mero instrumento para que el hombre, la humanidad, construya algo mucho más grande, asique que no os engañen y comencemos a construir.