Quiero soñar despierto tumbado en un verdoso prado.

No sabéis la impotencia que siento, la rabia contenida y el desasosiego que acontece en mi fuero interno. Soy una presa fácil, un caníbal intruso en una habitación donde la única salida es el dolor. No siento placer, no sonrío, no soy feliz, soy el fiel reflejo de la noche más profunda, de la oscura y solitaria mediocridad. Ya no sé si ha sido por mi culpa o por la del resto, ya no sé si estoy equivocado o el mundo e equivoca, tan solo sé que estoy muriendo, que mi alma se desangra y mi corazón ya no es capaz de enviarle más munición. Soy un preso, un solitario enigma. Soy la razón escueta y la sinrazón mundana, soy alguien que camina por el precipicio de la desesperación y que está a punto de saltar. No quiero más, me basta con cuatro paredes bien cimentadas y un cutre cuaderno donde escribir mis penurias, una cama para soñar y una tenue luz para despertarme. La gente no lo entiende, se piensa que el escritor nace repleto de vida, dispuesto a escribir cada cosa que acontece, y no, el escritor nace muerto, buscando una salida a tan pesado dolor en las páginas húmedas de la imaginación. Soy un cráter, un volcán repleto de magma dispuesto a explotar, pero transito como si estuviese seco, como si aquel volcán nunca fuese a sacar de sus entrañas ni el más ligero resplandor. No busco una fama efímera, no busco ser alguien, en realidad busco una salida, una puerta al final de todo este infernal y estrecho pasillo donde cobijarme y sentirme querido y apoyado. Estoy cansado de las personas que hablan, que susurran, que gritan, que prometen y luego no son capaces de usar su brazo para sostenerte, para resguardarte de la lluvia, incluso, llegado el momento, eres tú quien les tiene que salvar. Así estoy, envuelto en una pesadilla amorfa y desconcertante, en un mundo sudoroso, aberrante. No quiero ser vulgar, no quiero ser amado, solo quiero desaparecer en algún verdoso prado. 

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