No puedo dejar de llorar.
No soy capaz de escribir mejor, de hacer las cosas simples.
Soy una persona agónica y destructiva incapaz de lograr sus sueños, de
trascender en esta vida incierta. Soy una caricatura, un monstruo sediento de
anhelos, los cuales se van olvidando en estanterías grisáceas por el polvo. Soy
un fantasma, un ángel sin alas, sin pensamientos ni ideas. Un ente que vaga por
un mundo que le devora su esencia y le impide concluir con sus hazañas irrisorias.
Soy un parasito que odia con ferocidad la realidad y aun así se apoya en ella
para decorar papeles en blanco con tinta imaginaria. Soy un animal que no puede
reprimir sus deseos más carnales y su pasiones más moribundas, sí, soy menos
ser que mi perra que me mira con esos apenados ojos marrones esperando que
convierta su vida en fantasía y felicidad; pero no soy capaz, porque no soy
capaz de nada. Soy una persona vulgar y corriente, aplastada por un mundo que
agoniza y nadie lo ve. Estoy sudoroso por los nervios que me suscitan aquellas
personas que me observan con desprecio y condescendencia, porque sí, me
importan las opiniones de los demás, incluso en eso peco, sí, no voy a negarlo,
no voy a negar que necesito que me valoren, necesito sentir que me quieren, que
alguien en un recóndito lugar lee mi trabajo como quién ve un cuadro de
Picasso. No busco ser buena persona, ni busco que me aclamen por lo que soy,
tan solo busco que algo de estas frágiles palabras llenen el vacío de alguna
persona infeliz. Tan solo busco que algún llanto en la penumbra se apague tras
apreciar una sola palabra, incluso un solo verso, de mi prosa más lírica.
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