Sueños rotos.
Voy a hacer una cosa, algo nostálgico. Voy a rememorar aquellas redacciones tan imaginativas que todos alguna vez hemos realizado en el colegio. Uno de esos deberes escabrosos y aburridos que nuestra profesora nos mandaba. Uno de esos trabajos innecesarios y corruptos que consumían el alma de unos críos cuyo único pensamiento era el de saltar en los charcos más barrosos. Sí, ¿no os acordáis? Normal, hay cosas que es mejor olvidar. Aun así yo no me rindo, quiero hacer uso de la reminiscencia y recuperar esos momentos pasados tan veraces. Esas palabras de crío cansado, de crío aburrido que trasmitían un desprecio inusual a uno mismo y al mundo de las ideas. ¿A qué me refiero? Pues señores, a lo que es obvio, a esas redacciones sobre cuál era nuestro sueño, qué era lo que queríais ser de mayores, de adultos. Una absurda tarea sobre cuales eran aquellos anhelos o ilusiones de unos niños, en los que yo mismo me incluyo, que no sabían ni sumar correctamente. Nos tirábamos horas y horas apre