¿Yo? Yo soy incertidumbre.

Hace tiempo que llevo preguntándome quién soy y, sin pecar de presuntuoso, he de añadir que no es la típica pregunta. Esa pregunta que todos hacen mención en sus encharcados textos o la ven a través del reflejo de sus lágrimas ya secas; he de decir que no es esa pregunta la que me formulo, es aquella que, teniendo respuesta, no encuentro el por qué dudo de que la tenga, es aquella que, aún dudando de si tiene respuesta, me sigo planteando si realmente merece la pena que tenga respuesta. Es una pregunta que simplemente preguntándomela hago que la respuesta cambie, y cuanto más insisto en preguntármela más complicado se vuelve su antónimo. Es cierto que no soy nadie para preguntármela, pero si no soy nadie para preguntármela la respuesta debería ser fácil, nadie, mas no es así, simplemente afirmando que no soy nadie peco de humildad y eso me convierte en alguien, ¿humildad? ¿Qué es eso? ¿Quién? No lo sé. Probablemente mi única trascendencia sea ser polvo, aunque si polvo soy, ¿qué es el polvo?, y si a eso, si a un ingenioso lector se le ocurre la perspicaz idea; convencido de sí mismo y orgulloso; de decir que aún definiendo el polvo no podrías serlo pues entonces obviarías al propio polvo haciéndote pasar por él y que estrictamente hablando serías la metáfora del polvo, yo, sin mucho reflexionar, le respondería que tampoco podría ser la metáfora del polvo pues no soy bello, ni intento transmitir un mensaje. Soy entre el algo y la nada, y la nada y el algo, quizá sea aquello que nunca sabré responder, pues esta pregunta es diferente a todas, pues nadie era yo ni yo era nadie, ni siquiera ahora soy el mismo yo de antes y ni seré el mismo yo que mañana.


Seamos incertidumbre, eso es lo hermoso. 

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