Pesadilla nocturna.

Hoy la oscuridad me ha dejado ciego trazando con el más delicado pincel un muro de acero entre la realidad y mis pensamientos. La carretera por la que circulo ha decidido ceder cada una de sus bombillas a la visión de otros navegantes mucho más afortunados, dejándome a mí, observando débilmente, las tenues ráfagas amarillas y rojas que van perdiendo los automóviles por el maletero. Apenas distingo el rutinario camino que veo ante mis opacos ojos y no llego a entender como este moderno carro no tropieza con uno de los variados obstáculos que se muestran ante mí y se desvía hacia el hospital. Mas ya pasadas dos rotondas mal distinguidas, entrado por el garaje y subido el diminuto ascensor, entro por la puerta de mi casa, triste y cansado. Como de costumbre saludo irónicamente pues  se que nadie va a responder, ya que, por desgracia, vivo solo con mi propia locura. Enciendo la luz de la cocina y me adentro en busca de algo para beber, dejo caer el agua directamente de la botella a mi boca, sin apenas rozarla con los labios, y cierro de nuevo la nevera. Regreso a la puerta y apago la luz de la cocina, camino por el pasillo con todo apagado, evitando rozar siquiera el interruptor, pues adoro las tinieblas que envuelven cada rincón de mi hogar. Pronto llego al baño, entro y decido inesperadamente abrir el agua de la ducha después de colocar el tapón para dejarla fluir por la bañera. Me dirijo a mi habitación para rápidamente encender el ordenador y comenzar a escribir un texto poco interesante y que probablemente nadie de este podrido universo va a leer. Termino rápido porque lo empezado que de tanta ilusión me había llenado se acababa de convertir en fuego débil a punto de apagarse. Me levanto de mi silla, observo mi habitación infantil repleta de peluches, comics y apacible literatura. Me tumbo en mi - como de costumbre - arrugada cama y miro fijamente el techo esperando que algo anormal ocurriera. Pasado un tiempo sin ocurrir nada relativamente extraño recuerdo que deje el agua encendida. Regreso al cuarto de baño y veo que ha comenzado a salirse el agua por el extremo izquierdo. Paro rápidamente la salida de agua y limpio con la toalla de pies el suelo dejándola completamente húmeda. Sin pensarlo mucho me desnudo y me deslizo hacia la bañera con un leve resbalo, el cual evado  con facilidad. Dentro de mi caliente mar completamente nocturno en el que casi puedo vislumbrar con inigualable nitidez la forma de una increíble luna llena, me dejo llevar por los brazos de Morfeo que aún sin su manta consiguió que mis ojos se cerraran y mi mente entrara en un profundo sueño.
Me desperté de un sobresalto, todo seguía oscuro, incluso estaría dispuesto a afirmar que incluso más. Unos segundos después resoplé tímidamente, tranquilizándome, y decidí recostarme de nuevo cinco minutos más como máximo porque se me estaba arrugando el cuerpo. Comencé a oír unos ruidos estridentes y punzantes en mis oídos que no lograba  comprender, me incorporé velozmente y dejaron de sonar, por lo que pensé que me lo estaba imaginando y me tumbé de  nuevo. Pasado un rato comencé a escuchar otra vez aquellos ruidos y volví a levantarme, esta vez más rápido y asustado. Los ruidos dejaron de sonar como antes y, curioso de mí, decidí volver a recostarme para observar aquello que lo producía. Poco después comenzaron de nuevo, pero esta vez no me levanté, me quedé completamente inmóvil y empecé a buscar aquello que podía producirlos pero no lo encontré, asique, salí de la ducha asustado, arropándome con la toalla, y encendí la luz. Busqué por el baño pero no encontré nada y la bañera aún llena de agua no tenía ningún accesorio capaz de fabricar ese molesto sonido. Me sequé el cuerpo y la cara, y volví a apagar las luces mientras regresaba a mi cuarto para acostarme, me tumbé en mi cama y me arropé con una fina sabana, ya que, me era completamente imposible dormir sin taparme. Pronto me quede dormido pero, como en el agua, me desperté de un sobresalto y me incorporé quedándome sentado frente a la ventana apreciando mi reflejo en el cristal. Todo mi pelo se erizó, y en menos de un segundo mis ojos pudieron observar como mi reflejo comenzó a chorrear sangre por la boca. No tardé mucho en empezar a gritar pero me fue completamente imposible, ninguna palabra bien articulada salía de mi  boca, todas se perdían en sordos tartamudeos.  El terror penetró en mi cuerpo con abrumadora facilidad, caí al suelo y comencé a vomitar trozos de comida casi al completo y un montón de líquido que tras rozar el suelo se ennegrecía y expandía. Intenté controlar el pánico que corrompía mi alma y fui corriendo al baño a mirarme al espejo y a buscar papel y vendas. Cuando miré el espejo, una masa negra fue deformándose hasta salir del cristal. Se acercaba lentamente hacia mí dejándome tiempo a huir, mas no podía ni moverme. La oscura forma se postró justo ante mis ojos y con un indescriptible silbido me dijo que debía irme con ella y que si huía o me negaba jamás olvidaría mi cara. Desconcertado encendí corriendo la luz y la masa negra se desplomó convirtiéndose en un líquido igual al que había en el suelo de mi habitación. Levante mi mano derecha  para acariciarme la frente como síntoma de desesperación y todo mi cuerpo tembló, mis uñas estaban llenas de sangre, lo que originó que girase rápidamente la cabeza hacia la bañera ahora seca y contemplara unos arañazos en el borde derecho. Lo comprendí y me desplomé produciendo un golpe atroz.

Al borde de la muerte abrí un segundo los ojos y vi a mi padre de rodillas frente a  mí gritando a mi madre, “¡Pero si le he traído en coche y estaba bien!”, mientras soltaba lágrimas por los ojos y mi madre al borde del suicidio contestando; “¡Pues se ha mordido la lengua y está en su cuarto en el centro de un charco de sangre!”. Pero he de decir que hacía mucho tiempo que no me sentía tan feliz y lo único que conseguía pasar por mi mente  era un apacible silbido que me decía, jamás olvidaremos tu cara.


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