Somos amantes.


Cantemos al amor, a la decadencia estigmática, a la presión social irresistible. Sí, amigos, hagamos el loco, escribamos densos poemas al único sentimiento veraz y manipulado. Seamos entidades que aman sin mesura a sus amantes mientras que sus ojos están puestos en cada curva que desaloja con su contoneo las zonas de baile. Seamos hipócritas, pues es divertido, mucho más que la fidelidad, mucho más que la presión de conservar lo que puede que se esfume y nunca jamás regrese. Vivamos sin pensar, sin acariciar, solo apretando, solo mordiendo. Seamos las mofetas del reino, que con su olor, tumba y aprisiona a las féminas y machos con su delicadeza bruta y animal. Volquémonos en el ardor gélido del tacto humano, olvidemos la trascendencia al follar y consumámonos en templos submarinos que pronto dejaran de existir. Convirtámonos en pestilencia indecorosa que deambula por el mundo con el fin de oficializar el ocio desmesurado y caigamos en la trampa de lo inhumanamente material. Dejemos de existir, que al parecer… es lo que quieren.

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