¿Por qué han de amarla?

En el más pesado hastío,
en la lúgubre oscuridad,
siempre cantará el río
de la humilde soledad,
que angelical y risueña,
es dueña y señorío
del abismo de la mar.
                         
Llorando ella gritará
cuando en él se encuentre:
“¿Por qué me abandonó?”;
y él le contestará;
“Siempre estará presente.
En mí notarás su soplo,
en mí anotarás sus versos,
y cuando sus recuerdos
se mezclen con los tuyos,
sus deseos serán entes
que en ti resucitarán,
siendo en sí mismo
benevolentes sueños.
Ritmos nada corrientes,
que sin vertientes son
y no dejarán de ser,
a no ser que su hermano,
sin querer ver ni apreciar,
convierta sin piedad en polvo
todo aquello que fue y no será”

Cuanto lloró al escuchar.
Cuanto lloró al contemplar
que ni en la arena hay reloj
ni en la razón condena.

Pero ella reflexionó.
Ella siempre esperaba,
y un día alguien llegó
para  en ardor contestarla
a lo que tanto dudó:

“¿Por qué han de amarla?”

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